ARTIST-IN-PROGRESS_Cristina Ros


Antoni Socías es un artista que siempre se encuentra en proceso. Se reinventa constantemente, como explica Basilio Baltasar con acierto en el texto que sigue a estas líneas introductorias. Podríamos decir que son mayoría los artistas que están más interesados en el proceso de concepción y/o de realización de su obra que no en los resultados, consecuencia al fin y al cabo de este proceso. Ahora bien, no son tantos los que consiguen que nosotros, como observadores de la obra, pongamos el acento precisamente en el camino seguido para su realización. Podríamos decir también que esta es una de las grandes funciones del arte, entendido como ejercicio y no solo como resultado para la contemplación: educar la mirada, pero también y sobre todo la forma de afrontar un trabajo, la manera de afrontar la vida.
«Mi otro yo con algunas contradicciones» es un proyecto que explica muy bien cómo trabaja Antoni Socías; en este caso es un trabajo realizado con la colaboración del artista hispano-gambiano Caramo Fanta. De hecho, el trabajo en colaboración no es un caso aislado para Antoni Socías, no es la primera ocasión y seguramente no será la última en la trayectoria del artista mallorquín: le recordamos, en sus inicios, con Miquel Barceló, ambos jovencísimos. Posteriormente, le hemos encontrado con Enrique Irueste, con Pere Joan y, entre aquellos que una puede recuperar sin demasiado esfuerzo, con Luis Pérez Mínguez o con su propio hijo, Enric Socías. Historias de afinidad, al fin y al cabo.
La de Caramo Fanta es asimismo una de estas historias de afinidad y enriquecimiento mutuo que se inició con un encuentro fortuito, en África, a donde Antoni Socías se acercaba curioso a otras formas de vida desde finales de los ochenta, muchos años antes de encontrase con Caramo. Grandes diferencias en la cultura vivida, en los recursos vitales, pero casualmente Caramo hablaba catalán, había nacido en Lleida y la familia había decidido volver al lugar de sus orígenes justo en el momento en que él se iniciaba en la adolescencia. Inquietudes comunes también por buscar nuevas formas de expresión: Caramo Fanta, como buenamente podía, con un móvil de primera generación, tomaba fotografías y había destacado por su habilidad con el dibujo, según relata uno de sus profesores leridanos en el vídeo que se proyecta en la exposición, además de haber sido uno de los primeros grafiteros de Lleida, algo de lo que se acuerdan perfectamente aquellos amigos que dejó en la ciudad catalana.
Antoni Socías se pone en la piel del otro. Caramo Fanta se imbuye de Socías, tiene necesidad de aprender y de poder desarrollarse con más medios y mejores. Da inicio una colaboración que desemboca en «Mi otro yo con algunas contradicciones», una exposición cuyo título deja constancia de la relación que se ha dado entre ambos artistas.
Obras antiguas de Antoni Socías que son testimonio de los años que han pasado desde que comenzó el camino de África, ahora retomado con intensidad en unos trabajos de los que se demuestra que no se encuentran tan lejanos a aquellas primeras experiencias. Encontramos también a Antoni Socías en el acto de presentar personas o imponiendo su mano para demostrar, seguramente, esta capacidad y/o necesidad que tiene el hombre de relacionarse, de comunicarse con los demás. Y entre otras muchas series, pues esta es una exposición que denota la capacidad de trabajo de ambos artistas, hallamos a Socías al recuperar las viejas fotografías del móvil de Caramo Fanta para emplazarlas como imágenes desmesuradas en unas vallas publicitarias de carretera, en un trabajo dual, Dual Products.
«Mi otro yo…», yo quiero ser tú, tú quieres ser yo. Ahora bien, más allá de una afinidad y una compenetración que en caso alguno no se queda aquí en la superficie de las cosas, existe la diferencia. Por eso, si decía que encontramos especialmente a Antoni Socías en esa serie dual es porque más allá de la estrechísima colaboración, cada uno de los artistas ha mantenido afortunadamente su lugar. Y es que Caramo Fanta, mientras pinta rostros de blanco con gestos de color, o mientras multiplica casi infinitamente su autorretrato, mantiene una plasticidad de la que se puede decir que Antoni Socías renunció prácticamente en los inicios de su trayectoria o, por lo menos, la ha dejado siempre en un muy segundo plano para otorgar protagonismo al concepto y también al ejercicio de la realización.
Recuerdo ahora una imagen que Socías envió a los amigos hace ya años y que se recupera para esta exposición: Autorretrato con cambio de personalidad se contempla como un autorretrato nada ortodoxo que marcaba este camino de la interacción entre culturas y razas. La interacción social aporta numerosos y valiosos recursos a la comunicación intercultural. De hecho, al establecer una comunicación entre culturas diferentes se hace todavía más necesaria la consciencia de que toda construcción de la realidad es subjetiva, que no hay una sola realidad, sino muchas, y que la verdad no se halla en una o en la otra, sino en su relativización.
No quisiera acabar este texto sin agradecer a la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) su contribución en este catálogo, pues ejercicios de colaboración como este están en su propósito. Tampoco quisiera olvidar a los autores de los textos, Basilio Baltasar y Santiago Olmo, cuya aportación multiplica el interés de esta publicación y la comprensión del trabajo que en él se exhibe. Finalmente y de forma muy especial, quiero agradecer a Caramo Fanta su ilusión y disponibilidad y a Antoni Socías que haya puesto en este proyecto unas ganas, un saber hacer y un esfuerzo personal extraordinarios.  

Cristina Ros Salvà
Directora
Es Baluard Museu d’Art Modern i Contemporani de Palma